Image

"Seeker's Alert"

Second Sunday of Lent, March 12, 2017
Genesis 12:1-4a, Psalm 121, Romans 4:1-5, 13-17, John 3:1-17 (or Matthew 17:1-9)
Martha D. Ward, martha.ward@iaumc.net                                                                                          

While reflecting on this week’s John 3 text, a recent conversation came to mind. A high school health teacher recounted to me how students were sometimes hesitant to publicly ask their important questions on class topics like sexuality or drug use. One day while working in her classroom after school, she heard repeated rapping on the window. Looking up, she saw several students signaling that they would like to talk to her, but the school doors were locked. Wisely she let them crawl through the window, and an important conversation ensued where they shared some personal questions and fears. 

At times we are afraid to address our deep concerns openly and thus go to surreptitious means to do so. Maybe that was why Nicodemus, a Pharisee and leader of the Jews, came to Jesus by night. Something restrained him from addressing his concerns in the light of day or when surrounded by his peers. Nicodemus privately acknowledged that only one who came from God could perform miraculous signs as Jesus did, but how…for what purpose?

Their ensuing conversation about being “born again” or “born from above” (the Greek word anothen contains both meanings) could well be the topic of the rest of the sermon. Nicodemus struggled to understand the deeper meaning of Jesus’ words, and perhaps we do too. Because the label “Born Again Christian” is often used to describe faith born of a sudden conversion experience, United Methodist pastors would do well to reflect on John Wesley’s views on regeneration.  

While the Moravian Peter Bohler initially convinced Wesley that conversion was an instantaneous experience, Wesley later modified his opinion holding that “there is an irreconcilable variability in the operations of the Holy Spirit in the souls of (human beings).”  (A.S Yates, The Doctrine of the Assurance, p. 57)  Wesley often identified his Aldersgate experience as a time of being born again, but also acknowledged that he had been a Christian long before that. Brought up in a devout Christian home, he said that he could not pinpoint when he first entered the Christian life. From a Wesleyan perspective, perhaps the better reflection question is not “Have you been born again?”, but “Are you being born again?”

I’ve long been a fan of the clear writings of the 20th century Methodist theologian Georgia Harkness. In her book, Religious Living, she said this about being born again: “There is no uniform way in which this new life expresses itself. According to your temperament, you may feel a great wave of emotional exaltation; or you may simply feel that you have a depth and steadiness of purpose you did not have before; or you yourself may be less aware of the change than are others who note the transformation in you. God does not run us all into one mold in the deep things of religion any more than (God) does in the rest of our living.” (p.43) 

A number of folks both in our pews and in our communities are seeking something deeper for their lives, but may be hesitant to verbalize it publicly. Perhaps it’s an answer to a specific spiritual question or simply a general longing to know more about God and to be part of God’s important work in the world. That could be what Nicodemus was seeking. What are those touched by your ministry seeking - meaning, purpose, forgiveness, assurance, hope? Be alert for clues when they say, “Your sermon really spoke to me today,” or “I wonder if I could visit with you later about something you said in your sermon.” And pay attention when people stop you in the grocery store or post office for more than a casual greeting – or appear in your office unexpectedly for “no apparent reason.”  Whatever they are seeking, may you shine the light of Christ on their journey.  


“Alerta para los buscadores”

Segundo domingo de la Cuaresma 12 marzo, 2017
Génesis 12:1-4a, Salmos 121, Romanos 4:1-5, 13-17 (o Mateo 17:1-9)
Martha D. Ward martha.ward@iaumc.net

 Mientras reflexionando sobre la lectura para esta semana de Juan 3, se me ocurrió una conversación reciente.  Una profesora de salud en el colegio me relató cómo algunas veces estudiantes están vacilantes en hacer preguntas importante públicamente sobre temas de la clase como la sexualidad o el uso de drogas.  Un día mientras trabajando en su sala de clase después de salir los estudiantes, oía llamadas repetidas en la ventana.  Mirando afuera, vio a varios estudiantes indicando que querían hablar con ella, pero las puertas de la escuela estaban cerradas con llave.  Sabiamente los dejó gatear por la ventana, y una conversación importante resultó en la cual compartieron algunas preguntas y temores personales.
 
A veces tenemos miedo de confrontar nuestras preocupaciones profundas abiertamente y así usamos medios subrepticios para hacerlo.  Tal vez esto es por qué Nicodemo, un fariseo y líder de los judíos, vino a Jesús durante la noche.  Algo le impidió que confrontara sus preocupaciones en la luz del día o cuando rodeado por sus colegas.  Nicodemo admitió que sólo uno que vino de Dios podía hacer los signos milagrosos como hizo Jesús, pero ¿cómo . . . y con qué propósito?
 
Su conversación subsiguiente acerca de “nacer de nuevo” o “nacer de lo alto” (la palabra griega anothen contiene los dos significados) bien podría ser el tema para el resto del sermón.  Nicodemo luchó para comprender el significado más profundo de las palabras de Jesús, y tal vez nosotros hacemos lo mismo.  A causa de que la etiqueta “Cristiano Nacido De Nuevo” frecuente se usa para describir fe nacida de una experiencia repentina de conversión, las pastores Metodistas Unidos harían bien de reflexionar en los pensamientos de Juan Wesley sobre la regeneración.
 
Mientras el Moravo Peter Bohler inicialmente convenció a Wesley que la conversión era una experiencia instantánea, más tarde Wesley modificó sus opinión diciendo que “hay una variabilidad irreconciliable en el funcionamiento del Espíritu Santo en las almas de (seres humanos).”  (A. S. Yates, La Doctrina de la Seguridad, p. 57).  Frecuentemente Wesley identificaba su experiencia en Aldersgate como el momento de nacer de nuevo, pero también admitió que había sido cristiano mucho antes de eso.  Creciendo en un hogar devotamente cristiano, dijo no podía precisar cuando entró por primera vez en la vida cristiana.  De una perspectiva Wesleyana, quizás la mejor pregunta de reflexión no es “¿Has nacido de nuevo?”, sino “¿Estás naciendo de nuevo?”
 
Durante muchos años me han gustado las obras de la teóloga metodista del Siglo XX Georgia Harkness.  En su libro, La Vida Religiosa, dijo esto acerca de nacer de nuevo: “No hay una manera uniforme en que la nueva vida se expresa.  Según su temperamento, es posible que se sienta una gran onda de exaltación emocional; o es posible que simplemente sienta que tiene una profundidad y estabilidad de propósito que no tenía antes; o es posible que Ud. mismo/a sea menos consciente del cambio que lo son otros que notan la transformación en Ud.  Dios no nos pone a todos en un molde en las cosas profundas de la religión, como Dios no hace tales cosas en el resto de nuestras vidas.”  (p. 43)
 
Un número de personas ambos en nuestros bancos y en nuestras comunidades buscan algo más profundo para sus vidas, pero es posible que sean vacilantes de expresarlo públicamente.  Tal vez es una respuesta a una pregunta espiritual específica o simplemente un anhelo general de saber más acerca de Dios y de ser parte de la obra importante de Dios en el mundo.  Es posible que eso es lo que Nicodemo buscaba.  ¿Qué buscan los que son tocados por su ministerio – significado, propósito, perdón, seguridad, esperanza?  Sea alerto para las pistas cuando dicen, “Su sermón de verdad me habló a mí hoy,” o “Me pregunto si pudiera visitar con Ud. más tarde acerca de algo que dijo en su sermón.”  Y ponga atención cuando personas le detienen en la tienda de comestibles en la oficina de correos para más que un saludo casual – o si aparecen en su oficina inesperadamente “sin razón evidente.”  No importa lo que buscan, que Ud. brille la luz de Cristo en su peregrinación.